sábado, 26 de febrero de 2011

El Pulpo, mi caja y yo.

No puedo explicar como apareció ahí, realmente no lo se,  sólo recuerdo que desperté luego de una  larga siesta en el borde de la pileta formada en las rocas a la orilla del mar, lugar donde se hallaba flotando mi caja, mi querida caja.  Esta no tenia nada fuera de lo común, era una caja de un metro cúbico de madera, y pintada con barniz.  Cuando la mire note que se encontraba sumergida bajo el agua casi en su totalidad.
     Me levante y grande fue mi sorpresa.  Un pulpo gigante estaba dentro, bueno en verdad cabía en el interior de la caja, pero como nunca había visto un pulpo, esté me pareció enorme.
       El pánico impedía acercarme, sin embargo no podía permitir que este ser de las profundidades oceánicas me quitara el objeto más preciado que tenía, mi caja, de modo que busque un palo, o algo con lo que pudiera manipularla desde lejos, pero no tuve éxito, en esa zona la playa era desértica, palos, troncos, lianas, o cosa parecida eran tan extraños como pulpos dentro cajas.
       Meterme en aquella pileta junto a un pulpo gigante en cautiverio era una locura, un suicidio. Trate de soplar fuerte de uno de los bordes de la pileta, pero tampoco tuve éxito, que idea tan estúpida creer que movería una caja con un bicho dentro soplándola.  Y si lo lograba ¿que haría después? quien sabe como reaccionaria este pulpo en tierra firme, cuentan historias de pulpos arqueros o tenistas, este podría ser un pulpo boxeador y me encontraría en serios problemas.
            Pasaban los minutos y mi mente seguía en blanco,  permanecí un largo rato esperando que el pulpo decidiera irse por motus propio, pero parece que el muy desgraciado se encontraba cómodo en mi caja.  Me pregunté en ese momento ¿existe alguna ley para castigar a los animales que toman lo que no es de ellos? Por suerte llevaba conmigo un compendio de legislación en el cual busque, y me enteré que este tipo de leyes no existen,  y mucho menos contra los pulpos.  Por otro lado, quién se encargaría de juzgarlo y castigarlo, en caso de que la ley existiese,  me aterraba la idea de acercarme, no creo que este bichito entendiera mi vocabulario, y mucho menos que  tenía que salir de la caja por mandato legal.
            Luego de unas cuantas horas, se me ocurrió solucionar mi problema con psicología inversa, me haría el tonto hasta que el pulpo se percate que no le estaba prestando interés ni a él ni a la caja, y luego se marcharía.  Esto evidentemente no era así, fue completamente inútil, doce horas mirando para otro lado y el pulpo seguía ahí ¿qué podría ser peor? Me preguntaba sin encontrar respuesta, este pulpo ignorante, no sabía ni de leyes, ni de psicología.
            Trate de llamar a la caja, de suplicarle que intentase con todas sus fuerzas  echarlo y volver conmigo, pero nunca escucho mi plegaria.  El pulpo mientras tanto se mantenía inmóvil en su interior, como riéndose y burlándose de mi pérdida. 
            Me senté en la playa a llorar, mi pena era tremenda, no podía creer como sin darme cuenta perdí todo, bueno no todo, perdí la caja, pero era casi todo lo que tenia.
            Comencé a gritarle al pulpo, a la caja, a las gaviotas, a la arena, al cielo, a Dios,  y sobretodo me gritaba a mi mismo, pero esto no solucionaba nada, sino más bien era un síntoma de locura.  Junte algunas piedritas de la orilla y las lance intentando que alguna impacte en el maldito pulpo, pero todas daban con la caja, y no quería terminar rompiéndola, así que desistí de esta acción.
            El cansancio me vencía, necesitaba comer y dormir, debía encontrar la solución a este asunto, y ahora que lo pienso no se cómo tuve el valor para emprender aquella locura.  Me lance dentro de la pileta, para atacar al pulpo con mis manos, sin importar si moría en el intento, todo para recuperar mi caja, la abrí y tome al pulpo por la cabeza.
Todavía me duele la paliza que recibí, en cuanto lo agarre, uno de sus tentáculos me inmovilizó los brazos con sus ventosas, con otros dos me daba golpes en el rostro, mientras arrojaba tinta azul en mi cara, y con sus otros cinco tentáculos saludaba al inexistente público burlándose de mi.
            Una vez que se canso de castigarme, me arrojo con increíble fuerza hasta los medanos, allí quede inmóvil, derrotado, cansado, mal herido, dolido en lo profundo de mi corazón, deshonrado, pasando la más grande de las vergüenzas, y todo esto delante de mi caja, mi querida caja.
            Permanecí tirado un largo rato, hasta quedar completamente dormido.  Cuando desperté  no encontré rastros del pulpo ni de la caja.  Con las pocas energías que me quedaban regrese al pueblo, fue un camino largo y penoso, comí lo que el cansancio me permitió y luego dormí durante dos días seguidos.
            En esos tiempos viví sumergido en una gran depresión, pero poco a poco la pude superar.
            Un año después,  saliendo del trabajo, junto a un puesto de diarios, encontré una caja de aluminio, la tome y ella me tomo, fue como amor a primera vista, aunque no era mi caja de madera, no estaba nada mal.
            Ustedes se preguntaran porque escribo todo esto ahora, cuando ya paso tanto tiempo de aquellos raros sucesos. Y tiene una respuesta, ayer saliendo de un restaurante español vi a mi antigua caja de madera, rota y maltratada, en la puerta junto a la basura, estaba agonizando, con sus paredes podridas, desgastada y con partes faltantes, creo que ella no me vio y si lo hizo me ignoro, pero yo la reconocí perfectamente, era ella, estaba destrozada, no me acerque, di vuelta la cara, tome a mi caja de aluminio, y me fui para otro lado.
            Esa noche comencé a sentirme muy mal, vómitos, y nauseas colmaban mi existencia, llame al médico,  me internaron de urgencia, y el diagnóstico fue excluyente, intoxicación grave por ingesta de molusco cefalópodo, o pulpo, que era lo que había cenado en aquel restaurante.
                                                                                  LV 17/12/2005.

viernes, 11 de febrero de 2011

Ahora

Ahora que solo sueño con zapadas y escapadas,
ahora que mi vida gira al ritmo de una moneda,
ahora que no hay nadie y estan todos,
ahora que las estructuras se desgarran,
la quietud me envuelve, la noche entra en calma,
se vuelve dulce tu piel y siento las cigarras.
M.A. 07/02/2011 

miércoles, 9 de febrero de 2011

sábado, 5 de febrero de 2011

Retrovisor

Viendo imágenes en el retrovisor de los tiempos,
fotos que han perdurado al olvido,
desafiando mi memoria,
vuelvo a transitar el viejo camino.


Todo paso por vos y por mi,
quedando un frágil recuerdo de nosotros,
Tanto he cambiado, tanto has cambiado,
desaparecieron en el viento nuestras miradas complices.

Aunque nada queda ya,
aunque a la fuerza el destino nunca más nos haya encontrado,
escribo estas líneas,
que son simplemente una forma de decir adiós.
M.A. 31/01/2011