miércoles, 21 de agosto de 2013

Historia de dos viejos.



Sonó el teléfono, Ernesto tardo en atender, sus movimientos eran lentos, dolorosos y torpes. Su voz  demasiado seca, casi sin sonido, poco menos que imperceptible, se había levando de la siesta, su cuerpo inmóvil y derrotado no soportaba la intensidad de la diálisis matinal, la sufría tres veces por la semana, y empeoraba su lucida agonía, los demás días no eran mejores que los de tratamiento, estaban llenos de limitaciones, imposibilidad de caminar, de sentarse, de ir al baño o de comer y beber a gusto.
Tampoco su familia lo hacia plenamente feliz.  Si bien siempre pensó que el amor que brindaba su hija y los demás descendientes de esa rama, era incondicional, tenía la seguridad que la relación con su hijo solo desmejoraba con los días,  en lo mas profundo del corazón sentía que Rafael se acercaba a él solo porque era su obligación.  
Ernesto creía que ciertos actos había que hacerlos por obligación al vinculo, estoy seguro que uno no tiene que hacer nada por obligación a un vinculo, sino que debe hacerlo amor, pero a Ernesto le costaba mucho demostrarlo, y suplía esa falta cumpliendo sus "obligaciones".  Sin embargo de su nuera se había olvidado,  tal vez por resabios de los pensamientos y prejuicios  de Rosa, su esposa ya fallecida, de los que pese a sus esfuerzos y el paso del tiempo no había podido escaparse, y resultaban ser decididamente influyentes.
En cuanto a la relación con los hijos de Rafael el panorama no era muy optimista.  
Con el menor, el marinero, ya había perdido las esperanzas de reconciliación, mientras que conmigo, el mayor,  intentaba acercárseme piéndome interesados favores, esos pedidos lo único que producían en mi, era un alejamiento mayor, sin embargo siento algo de culpa por no poder haber podido relacionarme mejor con él.  Siempre tuve en mi recuerdos la sensación de envidia infantil  hacia  mis primos por el vinculo que mis abuelos mantenían con ellos, ya que era mucho más cercano que conmigo y mi hermano. La primera vez que me sentí frustrado y engañado en la vida, la primera vez que fui defraudado no fue por enterarme que los reyes magos eran los padres, ni que la cigüeña no existía. Ni por conocer la verdad del conejo de pascua, ni mucho menos porque Maradona se drogaba, fue debido a que mis abuelos me mentían, mi abuela me manipulaba, y Ernesto  se quedaba pasivo, como una acompañante del discurso, siendo un cómplice de la manipulación, y eso nunca logre perdonárselos.
A mi entender mi abuelo era un cagón.  Y, aunque él no creía mucho en la existencia de la vida después de la muerte, por las dudas estaba resistiéndola, para evitar o demorar el  encuentro con Rosa, por miedo y temor a ser nuevamente manipulado,  intuyo que pese a la muerte de su esposa no se había curado de su debilidad por ser manipulado. Y ahora había convirtiendo lo que era debilidad por la  manipulación intelectual,  en una debilidad hacia la manipulación física, esto era mas justificado ya que era inválido, pero verdaderamente era una persona lo suficiemtente culta e inteligente para ser considerado un incapaz mental.
Como todo cagón, se hacia el boludo.
Del otro lado de la línea telefónica, estaba su hermano, dos años mayor que el, pero en mejor estado de salud.  La relación entre ellos era una cuestión casi de rutina, no se si había mucho amor, pero se respetaban, y Ernesto admiraba a Ulises, había hecho lo que el por cagón no había ni siquiera intentado.
Ulises tenía un título universitario, mientras que el siempre fue empleado, y pese a los intentos de Rosa de mostrar a su marido con una frondosa y exitosa carrera laboral, mi abuelo era alguien muy honesto y con una real disposición a la ayuda. Aunque un completo mediocre.
Para la visión prejuiciosa, cerrada del seno de una familia materialista, machista y con  una faceta culposa muy marcada, había que agrandar los hechos del padre de familia, para ocultar las debilidades y la baja autoestima dominante.  Entonces había envidia, y como había envidia se lo criticaba duramente a Ulises, nunca lo llegue a conocer del todo así que no se que tan ciertas podrían haber sido esas criticas.
La conversación telefónica resultaba banal, pero ambos sabían que esa iba a ser la última vez que hablarían, faltaban dos días para que Ernesto falleciera, en la misma cama desde donde estaba hablando por teléfono.
Ulises le comentaba que había salido a caminar por la mañana, y eso hacia que Ernesto lo envidie aún más, ya que a él le encantaba caminar, y hacia ya mucho tiempo que no lo podía hacer.  Después hablaron de política, ambos se la pasaban viendo los canales de noticias, estaban alarmados y eran susceptibles a las mentiras de los medios de comunicación.
A Ernesto también le gustaba mucho el fútbol, pero ese había sido un placer que no había compartido con su hermano.
Cuando terminaron de hablar no se despidieron como si fuese la última vez que hablarían, las últimas palabras fueron "hasta luego" que sonó frío e intrascendente, después de 92 años de acompañamiento un "hasta luego" los separaba definitivamente.  Claro que nadie se despide del otro como si fuese la última vez, aunque lo sepamos, nunca nos convencemos, y por ese las despedidas son frías, irreales, una mierda.
Ernesto se quedo pensando en su imposibilidad de caminar y esa fue la gota que colmo el vaso, que lo convenció, había decidido dejar de luchar. Ulises presintió esa decisión tomada por Ernesto, quiso decirle que no abandone, pero sabía que era lo mejor que podía hacer.  Cuando colgó comenzó a llorar como un niño, y así lo encontró su hijo Héctor con quien convivía, sentado junto al teléfono, pero Héctor no quiso involucrarse en ese sufrimiento, así que se hizo el tonto y se dirigió a la cocina para preparar la cena.  Siempre había sido un pelotudo, y la gente no cambia con el paso del tiempo solo empeora o mejora, generalmente empeoran.
Ulises se dio cuenta que su hijo lo había visto, así que rápidamente se seco las lagrimas con un pañuelo, y le hizo alguna pregunta casual, tratando de entonar la voz para que no se percibiera la tristeza.  Es tan difícil que las personas mostremos abiertamente nuestros sentimientos.
Por su parte, Ernesto hablo con el mayor de sus nietos y le comento la conversación con Ulises, resaltándole el buen estado de salud de su hermano.
La decisión estaba tomada para Ernesto, y sabía que dejar de luchar implicaría morirse pronto, en los últimos tiempos había empezado a reconciliarse con la idea de la muerte, a la que toda su vida había temido, empezaba a asimilar que ya no le quedaba mucho, y por fin había decidido entregarse a ella, como una hoja al viento, y dejar transportarse hacia donde sea...
Claro que su sentido de la obligación generaba el deber de despedirse de todos los que debían ser despedidos.
Esperaba ver a sus hijos una vez mas, hablar con los hijos de Norma. Conmigo se había despedido hacia unos quince días, habíamos pasado mucho tiempo sin vernos, y lo visite antes de emprender un viaje, así que su muerte me encontraría a kilómetros de distancia.  El se había sentido bien luego de nuestro encuentro, se había aliviado, y a mi me paso algo similar, fue una combinación de reconciliación y despedida, y claro esta que como todas las despedidas no pudimos expresar las cosas que tendríamos que expresar si reconocemos que es la ultima vez que veremos a alguien.
También Ernesto debía despedirse del cuerpo de médicos y enfermeros del centro de diálisis. Amaba a los médicos casi tanto como los odiaba y temía.
El día siguiente a la conversación con Ulises, fue de reflexión y dolor, no soportaba más su cuerpo, no sabía lo que era no sentir dolor, miro un poco de futbol, vio las noticias, hablo con los hijos de Norma, y con sus hijos.  Cenó y se durmió temprano, debía amanecer para su última terapia de diálisis.  Se daba cuenta de que todo lo hacia por última vez, y esa idea lo entristecía y lo reconfortaba simultáneamente.
Antes de irse al centro de diálisis lo llamó Rafael, hablaron un rato de cosas sin importancia, de futbol y demás, pero no le pudo decir que lo quería, su hijo tampoco se lo dijo, les costaba expresar esos sentimientos.  La diálisis resulto dolorosa, pero sentía placer de saber que sería la última. Le había empezado a gustar la idea de partir.
Cuando termino pidió saludar a uno por uno a todo el equipo, resulta raro que con desconocidos haya podido despedirse realmente como si fuese la última vez, ¿será más fácil expresarnos delante de personas con las cuales no estamos intensamente vinculados?
Llegóa su casa, y se durmió. Empezó a ver una luz en su sueño, que cada vez se intensificaba más y más, Ramona, la mujer que lo cuidaba intento despertarlo sin éxito, se preocupo y llamó a Norma diciéndole que vaya rápido porque lo veía muy mal.
Norma llego lo mas rápido que pudo, lo tomo de la mano y comenzó a llorar, luego llamó a Rafael, con quien hablaba solamente por obligación, y le dijo que fuese hasta lo de su padre.
Ya la agonía no era lucida, Ernesto viajaba en laberintos de humo, luces y sombras, todo era mas liviano, ya no necesitaba caminar, ahora volaba, era todo muy placentero y tranquilo, deseaba estar así por siempre, pero nuevamente el sentido del deber le impedía dejar este mundo, tenía que esperar que llegue su hijo, así que resistió hasta su llegada, cuando Rafael entro a la habitación Ernesto abrió apenas los ojos, y vio la cara de sus dos hijos entre laberintos, luego se fue.
Demoro un poco la partida de su alma, ya que estaba tan vieja y lenta como su cuerpo.
A las 18.45 Hs. Ernesto dejó el mundo.
Luego arribaron a su casa los nietos, menos yo que estaba lejos, vinieron algunos familiares, y conversaron de historias pasadas, en ese incomodo acontecimiento que son los funerales.
La familia estaba dividía en dos bandos bien definidos, y en un tercer grupo que penduleaba entre ambos bandos.  No hubo un momento de particular tensión, pero en el ambiente flotaba esa sensación.
Héctor le contó con el cuidado de un carnicero el fallecimiento de Ernesto a su padre. Esta vez Ulises no pudo ocultar las lágrimas, la muerte lo había tocado de cerca. Empezó a pensar en dejar el también de luchar, su esposa había fallecido hacia mucho tiempo, su hijo lo trataba como basura, y la última persona de su generación con la que tenia relación había muerto.
No tenia a quien darle envidia, ya que ese sentimiento tiene dos partes quien la siente, y quien la alimenta.  Los días fueron cada vez más grises para Ulises, el mundo se oscurecía. Dejar de luchar implicaba una preparación muy dura, mas cuando se toma la decisión de un día para otro, mientras a Ernesto le había llevado años hacerse la idea de abandonar la lucha, y la había podido asimilar lentamente, la decisión y asimilación para Ulises fue casi inmediata, así que esa preparación solo duro un mes y fue intensiva.
Al final todo se oscureció y en la mañana de un domingo invernal se fue sin despedirse de nadie, sin dudas su sentido del deber era muy distinto al de Ernesto.
M.A. 19/08/2013

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